Primavera 2012
Con la excusa de la crisis financiera que ella misma ha
generado, la clase capitalista pretende, culpándolos de todos los males, recortar
los derechos logrados desde la Revolución Industrial por la clase trabajadora,
con el beneplácito aparente de gran parte de esta misma clase trabajadora que
apoya con su voto estas medidas poniendo de este modo de manifiesto su pérdida
de identidad.
Hojeando libros que trataban desde diversos enfoques la
revolución industrial y sus efectos, di con uno que me apetece comentar.
Françoise Choay (París, 29 de marzo de 1925) es licenciada
en Filosofía, escritora y crítica de arte. Ha sido directora del Instituto de
Urbanismo de París VIII. Entre otras publicaciones, es autora de El
urbanismo, utopías y realidades (1963), que consiste fundamentalmente en
una antología de textos sobre Urbanismo de los principales autores y pensadores
de esta disciplina a partir de la revolución industrial. Un resumen de su contenido
podría ser el siguiente:
La revolución industrial fue seguida casi inmediatamente por
un crecimiento demográfico sin precedentes en las ciudades. La transformación
de los medios de producción y de transporte desde comienzos del siglo XIX modificó
la estructura de las ciudades creándose un nuevo orden con la solución más
inmediatamente favorable a los dirigentes de las industrias y a los financieros.
El resultado para los nuevos trabajadores de la industria fue unas viviendas
obreras insalubres, separadas por enormes distancias de los lugares de trabajo
y ausencia de jardines y espacios públicos en los barrios populares.
La insatisfacción con el resultado del rápido desarrollo de
las ciudades provocó la aparición de grupos de pensadores pre-urbanistas que formularon
soluciones en dos direcciones del tiempo: el pasado y el futuro, adoptando dos
aspectos: el nostálgico y el progresista.
El modelo nostálgico o culturalista tuvo por representantes
a John Ruskin y William Morris para los que la solución al desorden de las ciudades
victorianas consistía en una vuelta a la variedad e ideales góticos. La fase
urbana de esta tendencia, a finales de siglo, estuvo representada por Ebenezer
Howard y su ciudad-jardín.
El modelo progresista o utópico estuvo representado por Robert Owen
y Charles Fourier entre otros. La ciudad progresista rechaza todo el legado
artístico del pasado, para someterse exclusivamente a las leyes de una
geometría natural, dividiendo el espacio urbano de acuerdo con un análisis de
las funciones humanas. Su fase urbana se desarrolla ya en el siglo XX y sus
principales representantes serían Tony Garnier, Walter Gropius o Le Corbusier.
A estos dos modelos críticos hay que añadir la crítica sin
modelo de Friedrich Engels y Karl Marx, también de carácter progresista, desarrollada
en sus obras “La situación de la clase
trabajadora en Inglaterra” (1945) y “La crisis de la vivienda” (1872) de Engels
y “El capital” (1867 el primer volumen) de Marx, que se caracteriza por no recurrir al mito del
desorden ni proponer un modelo de ciudad futura. Para ellos, la ciudad tiene el
privilegio de ser el lugar de la historia. En ella la burguesía se desarrolló y
representó su papel revolucionario. En ella había nacido el proletariado
industrial, al que incumbiría la tarea de llevar a cabo la revolución
socialista y de realizar el hombre universal. Critican las soluciones
paternalistas y reaccionarias de la burguesía liberal al problema, inclinándose
por soluciones provisionales a un aspecto parcial de un problema global del que
no podía disociarse y que únicamente la acción revolucionaria permitiría
resolver.
La conclusión que se puede extraer es que, con excepción de
Engels y Marx, los mismos que relacionaban con lucidez los defectos de la ciudad industrial con el
conjunto de las condiciones económicas y políticas del momento, no se mantenían
en la lógica de su análisis y se negaban a considerar esos defectos como el
reverso de un nuevo orden promovido por el desarrollo de la economía
capitalista.
Volviendo a la situación actual, quizá sea una impresión equivocada,
pero ¿no nos proponen quienes se postulan para representarnos, elegir entre una
solución nostálgica o conservadora y otra, aparentemente progresista o utópica,
que en el fondo se diferencian muy poco y solo pretenden maquillar la situación
actual de forma que el sistema se perpetúe en el tiempo?
Por otra parte, aunque la cuestión de la vivienda es un
aspecto parcial del problema, ¿no se ha pasado de unas condiciones de vivienda infrahumanas
a una aparente opulencia que nos ha convertido en rehenes de hipotecas “infrahumanas”
imposibles de pagar?
Los modelos que nos proponen negando el fin de ciclo no
permiten vislumbrar solución a corto o medio plazo, pero aún así se insiste en
ellos. Aunque parezcan términos anticuados y obsoletos, ¿no sigue vigente la
lucha de clases?, ¿no es hora de recuperar la conciencia de clase perdida?
Antes de nada, felicidades por dar este paso y ánimo.
ResponderEliminarLas dos entradas que has hecho hasta ahora son preciosas. Desde luego, ésta última, para pensar.
Por mi parte, yo estoy bastante desilusionada, desde hace mucho tiempo, de todos los que dicen que nos representan bien sea a nivel social como laboral.
Me encanta tu última frase, "¿no es hora de recuperar la conciencia de clase perdida?". Pienso que lo que nos ocurre es que nos hemos vuelto demasiado cómodos y hemos delegado en otros la gestión de todo lo que nos rodea. Por mi parte yo ya no confío en los politicos, en los compañeros sindicalistas que se supone van a velar por mis intereses laborales, no puedo confiar en el banco en el que he confiado mis ahorros, no puedo confiar ... realmente en nada.
Como bien dices, creo que va siendo hora de bajar a la tierra y saber quienes somos y qué podemos esperar. Me pregunto: ¿no es hora de recuperar las riendas de nuestras vidas?
Un saludo y hasta pronto
Muchas gracias por tu comentario. Me he metido en esta historia porque creo que necesito decirme cosas a mi mismo, y me ha sorprendido que otras personas las lean y más todavía que puedan compartir mis inquietudes. Respecto de la situación actual tengo una opinión no se si acertada pero si bastante clara y soy muy pesimista acerca de su solución. Quizá por eso lo de aferrarse a los recuerdos.
ResponderEliminarHola, te felicito por haber arrancado tan fuerte en el blog y con tu permiso, pasaré y comentaré de vez en cuando. Interesante lo que expones, supongo que en muchas ocasiones los extremos se acaban uniendo a pesar de las diferencias que las separan. El consumo es el motor del desarrollo, si este consumo se descontrola nos destruye pero si desaparece nos hundimos con él. En definitiva para subsistir nos tenemos que autodestruir?
ResponderEliminarUn beso.