Cuando ejercemos de turistas y visitamos alguna ciudad acumulamos,
en los ratos que no dedicamos a mirar a través del objetivo de la cámara
fotográfica, miles de recuerdos en imágenes y sensaciones reales. Muchos de
estos recuerdos no digitales van perdiendo consistencia con el paso del tiempo
descendiendo hacia las capas inferiores de la memoria. Otros recuerdos a los
que quizá no damos importancia en un primer momento, permanecen sin embargo
intactos y se mantienen vivos y al alcance de la mano en la superficie.
El pensamiento funciona por un mecanismo muy simple de
asociación de ideas y llega un momento en que un olor, un sabor, una luz, una
sensación que quizá no sabemos definir, evocan en nosotros el recuerdo de
aquella ciudad o aquel viaje. Y al revés, cuando oímos hablar de un lugar
conocido, nuestra mente viaja inmediatamente hacia ese recuerdo que tiene tan
a mano.
En septiembre de 2010 hicimos una visita familiar a Roma.
Estuvimos allí cinco días en los que no cesamos de recorrer a pie o en
transporte público gran parte de la ciudad. Roma es tan hermosa que todo lo que
ves te gusta y disfrutas con cada monumento, con cada iglesia, en cada barrio, en cada calle y a cada instante.
Al hacernos un tiempo espléndido y no dejar de movernos durante todo
el día, una de las características de la ciudad que más agradecí y llamó mi atención fue la cantidad
de fuentes existentes y la calidad del agua que daban. No me refiero a las grandes
y bellísimas fuentes turísticas y cinematográficas, con foto (y moneda) obligada. Me refiero a las fuentes anónimas que se encuentran a
cada paso, en cada plaza y casi en cada esquina, por las que corre
constantemente el agua fresca y que además de bellas son útiles.
Cuando pienso en Roma lo primero que me viene a la memoria es
el recuerdo de un paseo descendiendo suavemente la vía Garibaldi desde San
Pietro in Montorio, donde habíamos visitado el Templete de Bramante, hacia el
corazón del Trastévere. En una esquina descubrimos una preciosa fuente. Lavamos
en ella unos racimos de uvas que llevábamos para la merienda y continuamos el
paseo disfrutando de ellas ¡y qué sabrosas nos supieron!
Suele ocurrir en algunos momentos especiales que lo
último que se te ocurre es utilizar la cámara fotográfica. A la vuelta del viaje lamenté no haber hecho un reportaje fotográfico de las muchas fuentes con las que tropezamos y sobre todo de ésta que me trae tan buen recuerdo.
Para reparar ese descuido recurrí, confieso que sin muchas esperanzas, a internet y sus wiki enciclopedias en busca de alguna pista acerca de "mi fuente" y ¡oh sorpresa! encontré una página web cuyo contenido es un bellísimo y completo catálogo de todas las fuentes romanas. La página es http://www.ilsuonodellefontanediroma.com/ y en concreto ésta es la información de la fuente en cuestión:
Garibaldi. SPQR.
Fontana di Porta S. Pancrazio
(Via
Garibaldi, Rione XIII Trastevere)
Informazioni e curiosità:
Addossata al muraglione della strada, all'angolo con via di Porta S. Pancrazio e la salita del Bosco Parraiso, si trova una malridotta fontanina sormontata da una epigrafe con stemma Barberini che ricorda i lavori di consolidamento eseguiti nel 1629 in S. Pietro in Montorio durante il pontificato di Urbano VIII.
E' probabile che la fontana risalga alla stessa epoca indicata dalla lapide ed è anche possibile che l'attuale collocazione non sia quella originaria in quanto la parete su cui poggia presenta tracce di una precedente porta. Comunque stiano le cose essa appartiene certamente alla metà del XVII secolo, ed è formata da una protome leonina murata entro una nicchia con cornice in mattoni avente ai lati due cannelle a forma di piccole stelle che versano l'acqua in una semplice vasca di marmo con incisa la data del 1936, anno del restauro eseguito dal comune (SPQR - MCMXXXVI E.F. - XV).
Il pavimento attorno alla vasca è realizzato con antichi frammenti marmorei.
Addossata al muraglione della strada, all'angolo con via di Porta S. Pancrazio e la salita del Bosco Parraiso, si trova una malridotta fontanina sormontata da una epigrafe con stemma Barberini che ricorda i lavori di consolidamento eseguiti nel 1629 in S. Pietro in Montorio durante il pontificato di Urbano VIII.
E' probabile che la fontana risalga alla stessa epoca indicata dalla lapide ed è anche possibile che l'attuale collocazione non sia quella originaria in quanto la parete su cui poggia presenta tracce di una precedente porta. Comunque stiano le cose essa appartiene certamente alla metà del XVII secolo, ed è formata da una protome leonina murata entro una nicchia con cornice in mattoni avente ai lati due cannelle a forma di piccole stelle che versano l'acqua in una semplice vasca di marmo con incisa la data del 1936, anno del restauro eseguito dal comune (SPQR - MCMXXXVI E.F. - XV).
Il pavimento attorno alla vasca è realizzato con antichi frammenti marmorei.
Conclusión: estaba equivocado, en Roma no hay fuentes
anónimas.
Lo has contado con tanto gusto, que ha sido un poco como disfrutar de una parte del viaje a esa ciudad tan especial. Gracias por compartir los recuerdos mas entrañables; viendo la preciosa imagen de esa fuente, no es de extrañar que aún sientas el sabor y frescura del agua que brotaba de ella..Eso si que es guardar en la memoria momentos con una magia especial, te felicito.
ResponderEliminarUn beso.
Preciosa la descripción de ese paseo romano.
ResponderEliminarEn agosto de 2010 también disfruté de 5 días en familia en esa ciudad maravillosa y tengo que reconocer que me supieron a poco.
Una tarde, paseando al anochecer por Lungotevere entramos en Trastevere con las últimas luces del día. Recuerdo que fue uno de los paseos más curiosos que hicimos porque tuve la oportunidad de charlar con una vecchietta que me contó muchas cosas curiosas de la calle donde vivía. No ví la fuente que nos muestras pero me lo tomo como una tarea pendiente para la próxima visita a la Ciudad Eterna, porque tiene un encanto especial, sencilla y discreta, como pasando desapercibida. Preciosa.
Un saludo y un besazo.
Ciao