viernes, 17 de mayo de 2013

Popocatépetl e Iztaccíhuatl



El volcán Popocatépetl, de 5.452 metros de altura, situado a 55 kilómetros de la capital de México, ha entrado esta semana en erupción.

Se trata, junto a su compañero Iztaccíhuatl, de uno de los protagonistas de la novela de 1947 “Bajo el volcán” (Under the volcano), escrita por el británico Malcom Lowry.

“Dos cadenas montañosas atraviesan la República, aproximadamente de norte a sur, formando entre sí valles y planicies. Ante uno de estos valles, dominado por dos volcanes, se extiende a dos mil metros sobre el nivel del mar, la ciudad de Quauhnáhuac. Queda situada bastante al sur del Trópico de Cáncer; para ser exactos, en el paralelo diecinueve, casi a la misma latitud en que se encuentran, al oeste, en el Pacífico, las islas de Revillagigedo o, mucho más hacia el oeste, el extremo más meridional de Hawai y, hacia el este, el puerto de Tzucox en el litoral atlántico de Yucatán, cerca de la frontera de Honduras Británica o, mucho más hacia el este, en la India, la ciudad de Yuggernaut, en la Bahía de Bengala.”



La historia cuenta en doce capítulos las últimas doce horas de autodestrucción de Geoffrey Firmin, excónsul británico en Quauhnahuac, el día de difuntos de 1938. La narración se basa casi exclusivamente en el flujo de los pensamientos, reflexiones y disquisiciones del alcoholizado, desorientado y en lucha contra el mundo, protagonista, trasunto del mismo Lowry, que también sufría de alcoholismo crónico. El resultado es un relato angustioso y atormentado que fuerza una lectura lenta y de difícil comprensión.


"Al principio el Cónsul sintió un extraño alivio. Ahora se percataba de que habían disparado sobre él. Cayó sobre una rodilla y luego, gimiendo, boca abajo, cuan largo era sobre la hierba. – Dios – observó, perplejo-¡qué manera de morir!"

Curiosamente Lowry y su primera esposa se habían instalado en 1936 en Cuernavaca (Quauhnahuac) en un intento por salvar su turbulento matrimonio. Allí vivió muchos años, hasta que fue finalmente expulsado.

De su novela dijo Lowry,

"Puede considerarse [Bajo el volcán] como una especie de sinfonía, o, en otro sentido, como una especie de ópera, y hasta como una película de vaqueros. Es música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etcétera. Es superficial, profunda, entretenida y aburrida, según el gusto del lector. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, unas palabras escritas en un muro. Puede considerarse también como una especie de máquina... En el caso de que usted piense que he hecho cualquier cosa menos una novela, es mejor que le diga que en el fondo mi intención era la de escribir, aunque sea yo quien tenga que decirlo, una novela profundamente seria. Pero también es, y lo sostengo, una obra de arte, en cierto modo distinta a lo que usted creía, y también mejor lograda, siempre de acuerdo con sus propias leyes".


Tras intentos frustrados de otros directores, la novela fue finalmente llevada a la pantalla en 1984 por John Huston, cuya trayectoria le convertía posiblemente en uno de los escasos capacitados para hacerlo.





La película, acogida en su estreno con frialdad por la crítica, cuenta sin embargo con una magistral interpretación de Albert Finney en uno de los mejores papeles de su carrera.

Al final de su vida también John Huston se afincó unos años en México, algo que le acercaba aún más a Malcolm Lowry.

La mía es una edición de 2002 en Fábula, de Tusquets Editores, que incorpora un prólogo del propio Lowry para la primera edición francesa en 1949, cuyo primer párrafo dice así:

"Me gustan los prólogos. A veces no sigo adelante, y es posible que en este caso mis lectores tampoco sigan adelante. De ser así, este prólogo no habría logrado su objetivo, que es el de hacer mucho más fácil el acceso a Bajo el volcán. En todo caso, lector, no consideres estas páginas como una afrenta a tu inteligencia, ya que más bien demuestran que, en ocasiones, el autor cuestiona la suya."





Para acabar de esta forma:

Después de este largo prólogo, mi querido lector francés, quizá lo honesto sería confesarte que la idea cara a mi corazón fue la de hacer, en su género, una especie de obra de pionero y escribir al fin la auténtica historia de un borracho. No sé si lo he conseguido. Y ahora, amigo mío, continúa, te lo ruego, tu paseo a lo largo del Sena. Y vuelve a dejar el libro en la caja del bouquiniste a 100 francos donde lo has encontrado.



Septiembre de 1948


jueves, 9 de mayo de 2013

Un clásico: “Por qué leer a los clásicos”



«Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. "¿De qué te va a servir?", le preguntaron. "Para saberla antes de morir"».


I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo ...».
II. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.
III. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.
IV. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.
V. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
VI. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
VII. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).
VIII. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.
IX. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
X. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
XI. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
XII. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.
XIII. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.
XIV. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.
 Italo Calvino, Por qué leer los clásicos

lunes, 6 de mayo de 2013

Reivindicación de la locura



“La locura es una experiencia mística que el loquero y/o psiquiatra reduce
 a catástrofe y a las cenizas del ser.”

“El único malestar en la cultura y la única revolución posible es la de la locura. Locura para luchar, con el arma suprema de la literatura, contra un país sin dioses pero con estatuas de dioses, contra un país donde la gente cree en Dios media hora, la media hora de ir a misa, para luego seguir pecando, 
esto es, haciendo daño.”

“Aquí estoy yo, Leopoldo María Panero
hijo de padre borracho
y hermano de un suicida
perseguido por los pájaros y los recuerdos
que me acechan cada mañana
escondidos en matorrales
gritando porque termine la memoria
y el recuerdo se vuelva azul, y gima
rezándole a la nada porque muera.”

- Leopoldo María Panero -



En la Feria del Libro de Madrid es frecuente encontrar autores ajenos al mundillo literario firmando sus libros. Recuerdo en 2012 en una misma tarde a tres ex ministros, un ex embajador en la ONU, un ex coordinador general de una coalición política, una pareja de ex predicadores en una emisora radiofónica, un ex futbolista internacional, algún ex presentador de informativos en televisión … Mucha gente “ex” conocida en otros ámbitos aprovechando su “ex” popularidad para hacer caja.

Aunque quería un libro dedicado, no me decidí por ninguno hasta que en una de las últimas casetas pude ver a Leopoldo María Panero.

Nacido en Madrid en 1948, hijo de Leopoldo Panero, poeta de la Generación del 36 vinculado al régimen de Franco, su militancia política antifranquista le valió pronto sus primeras estancias en prisión. En su biografía posterior, alcoholismo, depresión y tempranos intentos de suicidio. Esquizofrénico, acabó en internamientos voluntarios en pabellones psiquiátricos. Es autor de una extensa y destacada producción que le convierte en uno de los mejores poetas españoles vivos.

En 1976 Jaime Chavarri rodó “El desencanto”, una de las joyas más inquietantes del cine español, demoledor documento acerca de su padre ya fallecido, su familia y entorno y por extensión del franquismo que (aparentemente) terminaba.






Compré y me dedicó, a su manera, una antología con el título “Sobre la tumba del poema”, con un estupendo prólogo de Antonio Marín Albalate que dice de Panero y su obra cosas como éstas:

“Acaso la locura de Panero no es más que una terrible lucidez llevada al límite, como una manera de transgresión, rebelándose contra todo y contra todos.”

“Leer a Panero es asomarse al abismo, tocar la nada y sentir su escalofrío de fuego frente al lenguaje destruido.”

“Leopoldo María Panero ha sido y es la representación más descarnada y brutal de la poesía que sangra por la herida misma de estar vivo y saberse otro.”

“Poética existencialista llevada hasta sus últimas consecuencias con la insistencia de quien, más allá de su propia vida marcada por el desastre, escribe sobre la tumba del poema a modo de exorcización.”

“Chivo expiatorio de lo políticamente correcto, huyendo de la obscena realidad de la muerte sabe que no hay otra vida que la página, otro lirismo que el verso y que, al fin, la belleza es un absurdo y no responde a ninguna lógica.”

 

Uno de tantos poemas:

“Orinarán encima de mi tumba
y caerán ángeles sobre la página
donde envuelto en un sudario
yace el ser, la cólera de haber existido alguna vez
envuelto en el sudario de los hombres
flor entre los hombres, Emmanuelle (*)
yo he besado tu culo Emmanuelle
y aún estoy húmedo de tu saliva
y es este poema el último lapo
sobre la hierba húmeda, sobre la tumba del poema.”

(*) en hebreo, “entre los hombres”

- Leopoldo María Panero -


Del 31 de mayo al 16 de junio, Feria del Libro de Madrid 2013.