jueves, 11 de abril de 2013

La soledad del corredor de fondo y otras sensaciones ("Que ha ganado Chema")



Un joven interno en un reformatorio disfruta de un trato privilegiado a cambio de entrenarse para ganar una carrera de fondo cuyo trofeo ambiciona el director del centro. Dignidad o privilegios, he ahí la cuestión.



(...)

“Pero yo aquí estoy, tieso de frío, sin nada para calentarme, a no ser las dos horas de carrera de fondo antes de desayunar, sin ni siquiera una rebanada de pan y algo con que untarlo. Me están entrenando a tope para el día de las competiciones importantes, cuando todos esos duques y señoras de cara de cerdo (…) vienen y nos sueltan discursos sobre que los deportes son lo adecuado para que empecemos a llevar una vida honrada y mantengamos las puntas de los dedos lejos de las cerraduras de las tiendas y las cajas de caudales (…) Luego nos dan una cinta azul y una copa de premio después de que hemos reventado corriendo o saltando, como caballos de carrera; sólo que a nosotros no nos cuidan tan bien como a los caballos de carrera y ésa es la diferencia.”

(...)


(…)

“Es estupendo ser corredor de fondo, encontrarse solo en el mundo sin un alma que te ponga de mala leche o te diga lo que tienes que hacer o que hay una tienda que descerrajar en la calle de al lado. A veces pienso que nunca he sido tan libre como durante este par de horas en que troto por el sendero de más allá de la puerta y doblo por el roble aquel de tronco pelado y enorme barriga del final del camino.”

(…)


(...)


“Ahora oía también a los lores y las ladies de la tribuna principal, y los veía ponerse de pie haciéndome gestos de que entrase. —¡Corre! —me gritaban con sus delicadas voces—. ¡Corre! (…) de repente olí a sudor y un par de pulmones en sus últimas boqueadas me adelantaron y continuaron acercándose a la meta; el tío iba todo encorvado y balanceándose de un lado a otro (...) Hubiera sido capaz de animarle yo mismo. —¡Sigue! ¡Sigue y revienta! Átate a ese trozo de cinta. Pero él ya había llegado a la meta, conque yo seguí trotando detrás de él hasta que estuve junto a la línea de llegada, y llegaba un rugido asesino que me atravesaba los oídos mientras yo seguía en la parte de acá de la cinta.
Ya casi es tiempo de que me pare para que no crean que no sigo corriendo, porque sí corro, de un modo u otro.”

(...)


La soledad del corredor de fondo (1959)
Alan Sillitoe (1928-2010)
(Película del mismo título dirigida por Tony Richardson en 1962)



Y vuelta la burra al prado. Como todos los años desde hace unos cuantos, el último domingo de abril, cita con el Mapoma (ahora Rock ’n’ roll Madrid Maratón ¿?) y reencuentro con las sensaciones de citas anteriores y sus secuelas. Por cierto, si alguien quisiera animar lo tendría fácil; la mejor zona es la más céntrica: Fuencarral, Red de San Luis, Gran Vía hasta Callao, Preciados, Sol y calle Mayor. Hasta ahí, “sobrao”. Después mejor abstenerse por si acaso.



Hablando de sensaciones en un maratón ¿Qué sensación puede tener uno cuando al pasar pongamos por el Lago de la Casa de Campo, a la altura del kilómetro 25 (y a falta, claro, de otros 17), se corre una voz entre el pelotón "ha ganado Chema", "ha ganado Chema"? 


Chema Martínez ganando el Mapoma 2008
(mientras ... yo ... por la Casa de Campo)
Pues eso mismo.




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